Sin título







Irvin Morazán parece moverse entre la mitología y la realidad, entre el pasado y los tiempos contemporáneos. Los personajes que recrea en sus tocados y en sus performances, están cargados de iconografías mayas y objetos extraídos de la actualidad. Combina, con extraña facilidad, un ritual ancestral indígena con bailes callejeros como el break dance y el rap.

Él define su trabajo como «esculturas que se ponen», como trajes o tocados para usar que tienen una función simbólica en sus puestas en escena en las que, ataviado como un chamán, realiza acciones intensas con un gran sentido de la ironía y el absurdo.

Como en el caso del coronel Buendía, impactado por la imagen del hielo que nunca pudo arrancar de su memoria, Irvin recuerda el impacto que le causó una visita a varias de las ruinas mayas en El Salvador. A su regreso a Nueva York, ciudad en la que reside desde pequeño, comienza a trabajar en estos tocados en los que combina elementos transculturales, productos de su propia experiencia como migrante.