«Fotografía contemporánea de El Salvador» es un subtítulo complicado, entre otras cosas porque está referido a un contexto de escasa producción fotográfica, lo que resulta una afirmación contradictoria en un momento en el que este medio de expresión pasa por una híper-producción generalizada que, por supuesto, no excluye a nuestro país. Pero esta situación cambia mucho cuando hablamos de «foto de arte» o fotografía de autor. La diferencia está en la intención, y es precisamente ahí que se centra esta exhibición, presentando proyectos que desde una perspectiva contemporánea intentan construir una narrativa personal, lejos del «efecto mariposa» o el paradigma de National Geographic tan abrazado por la fotografía de club-aficionado. Se trata de artistas que trabajan la fotografía como un vehículo para expresar contenidos, que en algunos casos pasan por el performance, el video, el objeto y la pintura entre otros.

Parafraseando a Gabriel García Márquez, el título de esta exhibición se refiere al instante justo en que la memoria de un condenado le devuelve una imagen mágica, fantástica; un recuerdo que se ha quedado por ahí grabado, nada especial, más bien algo sencillo: el momento en que siendo un niño su padre lo llevó a conocer el hielo. Un juego de palabras que, a manera de metáfora, ubica los argumentos conceptuales de los artistas frente a un paredón en donde el hielo son las obras de arte, el pelotón de fusilamiento es el público y el artista el instigador. Este título no da pistas, no responde, no aclara; pero después de ver la exhibición, seguro deja a más de alguno con ganas de disparar.